Eurovegas, no aprendemos

Los que no hemos nacido ayer todavía recordamos cómo Madrid iba a ser la segunda gran capital del entretenimiento de Europa: habíamos conseguido el Parque Warner, ganando a otras grandes ciudades. Íbamos a ser la segunda París, el nuevo Euro Disney. Miles de complejos hoteleros, familias de todas partes del mundo peleándose por conseguir habitación en Madrid, centenares de nuevos puestos de trabajo directos y millares indirectos,… Eso era, al menos, lo que nos intentaban vender los políticos. Varios años después, con el Parque Warner abierto y funcionando, la realidad es ligeramente distinta: el parque está al borde de la ruina; no sólo no atrae a turistas de otras partes de Europa, ni siquiera lo hace de España; hasta han tenido que cerrar la línea de tren que llegaba al parque por falta de uso. Un fracaso en toda regla.

Ahora, después de intentar ser la nueva capital europea del ocio familiar, vamos a probar suerte con el vicio y el desenfreno de los casinos con EuroVegas o Las Vegas Sands, como se llamará oficialmente. Más allá de los puestos de trabajo que genere en la construcción para levantar todo aquello, está por ver que termine funcionando y no nos quedemos en 2020 con otra gran megaestructura abandonada (algo en lo que ya tenemos bastante experiencia viendo algunos aeropuertos).

Mi apuesta es que no funcionará. Euro Vegas será un fracaso, más allá del escándalo que supone que se cambien tantas leyes a su favor.

6 razones por las que Euro Vegas no va a funcionar

  1. Es un gueto: Las Vegas Sands está concebido como un mega complejo bien alejado de Madrid. No tiene nada que ver con otros resorts de Adelson como Marina Bay en Singapur, integrado en la ciudad, o como otras ciudades casinos como Las Vegas, Macao o Atlantic City, que aúnan los resorts en una urbe. A Macao puedes ir a hacer turismo y ver ruinas a 300 metros de casinos. En Euro Vegas será venir expresamente al vicio, y eso da mala imagen.
  2. España (Europa) no es Estados Unidos: Las Vegas es ese lugar al que los americanos van a desfasar porque en el resto de ciudades no se les permite. Aquello de «lo que pasa en Las Vegas se queda en Las Vegas». España no es Estados Unidos, y aquí el desfase se puede realizar en cualquier parte: cientos de turistas británicos y alemanes eligen nuestras costas e islas para hacer su particular Las Vegas: desfases, destrozar mobiliario urbano, beber 24 horas en la playa… y se lo permitimos.
  3. El clima: en Madrid en invierno hace mucho frío y en verano un calor seco donde, sorpresa, no hay playa. Si ya se puede desfasar en la costa y hay casinos por allí, para qué venir a un complejo artificial cerca de Madrid.
  4. Es pequeña: en Las Vegas hay 150.000 habitaciones de hotel, con una ocupación del 86%. En Euro Vegas, cuando terminen todas las fases previstas, se llegará a unas 36.000 habitaciones. Una cantidad relativamente pequeña para convertirlo en una ciudad de ocio con espectáculos de ocio permanentes (Cirque du soleil, musicales, etc.). Muchos no llenarán aforo y terminarán cerrando.
  5. Es incompatible con lo que ya hay: teniendo un millonario Parque Warner para las familias, en Las Vegas apostamos por ocio adulto. Sabiendo que en Las Vegas sólo el 10% de los visitantes son menores de 21 años, no vamos a poder aprovechar las infraestructuras que ya tenemos para hacer un «pack» de ocio lo suficientemente atractivo.
  6. Es una copia: esta es la principal razón por la que fracasará. Macao, Atlantic City, … ninguna se llama «Las Vegas» porque busca su diferenciación, un atractivo adicional. Aquí somos Euro Vegas. Ponte en la piel de un turista ruso o alemán. ¿Para qué venir a Euro Vegas pudiendo ir al original? Pues eso

 

El gran problema de Apple

Con el lanzamiento de Google Maps en iOS, Apple solventa la «crisis» de sus mapas abriendo la puerta a su inmediato competidor en el mercado móvil. Pero los problemas de Apple van mucho más allá de los mapas. En el cerrado sistema operativo de la Gran Manzana, la aplicación por defecto de búsquedas es para la mayoría Google, los vídeos se ven en YouTube y el correo se descarga a través de la nueva app de GMail. Y, si no fuera por las limitaciones en la carga de páginas introducidas por la propia Apple en su SDK, muchos ya habrían relegado a Safari por Chrome.

Es especialmente significativo que, pese al escaso interés de Google por iOS (meses para lanzar la app de móviles, GMail o actualizar la de YouTube para soportar iPhone 5 o iPad), la empresa de Larry Page ya controle de facto varias de las aplicaciones más significativas del iPhone. Apple se ha dormido en los laureles con actualizaciones menores en iOS que siempre ha querido vendernos como un cambio revolucionario pero lo cierto es que, tras 6 versiones, su sistema operativo sigue pareciéndose bastante a lo que era en un principio, al igual que sus aplicaciones, mientras que sus rivales han evolucionado de una manera mucho más rápida.

Todo esto extraña cuando estamos hablando de la mayor empresa del mundo con una caja de cash que les permitiría comprar países enteros pero que apenas ha adquirido compañías menores en los últimos años. Apple tiene, en definitiva, un serio problema para los próximos años que no se arregla con sólo mejorar sus desastrosos mapas.

Estar a la última cuesta mucho trabajo

Hay muchos desarrolladores que llevan los tres últimos meses adaptando sus webs, aplicaciones o programas a la hermosa pantalla retina del iPad. Muchos aún no han acabado y otros terminan de hacerlo… para que tener que volverse a poner manos a la obra para adaptar sus webs, aplicaciones o programas a la hermosa pantalla retina del Mac Book Pro.

Si Apple de verdad cuida a los desarrolladores como predica, ¿no hubiera sido correcto anunciar las dos cosas a la vez? Muchos desarrolladores habrían aprovechado la ocasión para matar dos pájaros de un tiro. Sobre todo teniendo en cuenta que entre un anuncio y el otro hay tres meses de diferencia y un portátil así no es cosa de un día para otro. Tampoco se trataba de reventarles todo el anuncio, con decirles «ey, ¿veis que pantalla tan bonita? Pues ya que os ponéis a editar gráficos poneros a hacerlo con todas las versiones de vuestros servicios porque pronto haremos un anuncio al respecto».

La culpa no es toda de Apple, también influye que en vez de aportar un ápice crítico a la plataforma, la mayoría de developers están demasiado ocupados aplaudiendo con las orejas.

La economía interesa

Y de repente, España se hunde y la gente empieza a interesarse por la economía. Hace cosa de un mes le dediqué un ratito a crear una página con el dato de la famosa prima de riesgo. Más que nada para uso personal y como experimento. No le he dedicado ningún esfuerzo a SEO (no está bien posicionada) y promoción más allá de un par de tweets. Aún así, estos días se han disparado las visitas. Hoy ha tenido más de 8.600 a falta de que Analytics cierre datos. Y la gente ha estado de media 16 minutos en la página, dándole a F5 a ver si la prima sube, baja y si nos rescatan ya. Impresionante. No me quiero imaginar el tráfico que estarán teniendo los que sí están posicionados.

El incierto futuro del comercio

Hace unos días la cadena de tiendas de electrónica y electrodomésticos Saturn anunciaba su «día sin IVA» que, en realidad, suponía un 18% de descuento sobre el precio de los productos, no dejar de pagar el impuesto. «La avaricia me vicia» decía el claim de la campaña buscando la compra impulsiva ante tal reclamo. Una vez en la tienda veo que algo me gusta y, antes de pasar por caja, compruebo el precio a través del iPhone. Sorpresa, el mismo producto aún con descuento, era más caro que en Amazon. Podría haber hecho la compra en Amazon desde el propio smartphone, aunque como no tenía la contraseña esperé a hacerla en casa. En dos días tenía la compra en mi domicilio.

Pese a la alta penetración de smartphones en España, debía ser de los pocos en hacer este ejercicio (las cajas estaban llenas) pero poco a poco algo va cambiando en el comercio. Amazon está a punto de superar a El Corte Inglés en la red, algo tremendamente llamativo no sólo por el poco tiempo en el que lo ha conseguido, sino también por la falta de cateogrías en Amazon España que sí tiene la tienda de su rival (alimentación, moda, etc.).

Y, sin embargo, las tiendas físicas de El Corte Inglés siguen llenas. Lo que no quiere decir que la facturación aumente. El comercio electrónico cuenta con el gran aliado de esos enormes y gratuitos escaparates llamados centros comerciales. Porque no nos engañemos, comprar moda o determinados productos sin verlos y tocarlos no es -ni será- del gusto de todos. «Por eso siempre existirán tiendas físicas», decían hace unos años. No se imaginaban ni a dónde llegarían los smartphones ni la potencia de los comparadores de precio. Poco a poco los centros comerciales se van transformando en un escaparate al que ir, ver, tocar y elegir para luego echar mano del móvil, comparar precios y comprar.

Es lo que hay. En EE.UU. Amazon dispone incluso una App en la que con la cámara del móvil escaneas el código de barras del producto, te da el precio y lo compras en un toque si te interesa. Las tiendas físicas juegan con desventaja. Tienen que pagar alquiler, seguridad, empleados y un sinfin de gastos que les hace imposible en la mayoría de los casos igualar las ofertas de la tienda online. ¿Hasta cuándo podrán aguantar las tiendas físicas? Porque si cada vez facturan menos y tienen los mismos gastos, llegará el día en el que sea económicamente imposible mantenerlas.

… Y Apple reinventó el comercio

Y en medio de esta tremenda crisis y cambio tecnológico va Apple y no para de abrir tiendas físicas, todas con un gran éxito, marcando la senda del futuro del retail. ¿Por qué funcionan las Apple Store? No hay un único factor que explique el éxito pero el principal está en la agresiva política de precio único fijado por Apple. Apple es consciente que el consumidor necesita ver y tocar los productos para decidirse a comprarlos. No sólo sucede con la ropa, también con la tecnología. Por mucho que nos cuenten cómo funciona un iPad, tener uno en nuestras manos modifica nuestra percepción y nos despierta deseos que un simple anuncio no consigue.

En ese escenario, Steve Jobs decidió imponer sus reglas en la venta de sus productos: da igual que el iPad lo compres en una Apple Store física, online, en El Corte Inglés, en un distribuidor oficial, en Media Markt o en Amazon. En todos los sitios valdrá lo mismo. Y mucho ojo el que decida romper la política de precios, ya que se juega que Apple deje de servirles sus productos. Creada esta cultura, el consumidor de Apple sabe que comparar precios ya no tiene sentido, en todos los sitios vale igual. Ahí Apple añade la experiencia única de las Apple Store y se lleva a los consumidores de calle.

Por eso no es de extrañar que Amazon, el estandarte del comercio online, vaya a abrir pronto su primera tienda física dedicada a Kindle. Amazon sigue la escuela de Apple en retail con Kindle: el precio del dispositivo es el mismo lo compres donde lo compres, y una tienda física corporativa permite mejorar la experiencia del comprador, mejora la imagen de marca y por consecuencia suben las ventas.

Y ese acabará siendo el futuro del comercio. Porque a ninguna marca le interesa que desaparezcan las tiendas físicas donde lucir o promocionar sus productos. Es más, Apple ya nos ha demostrado que lo que interesa es potenciarlas. Sólo es necesario acabar con el principal motivo por el que la gente compra online, el precio, y los consumidores acabarán repartiéndose de manera natural entre on y offline, comprando en uno u otro en función del día o las necesidades.

Iberia, Spanair… servicios low cost a precios high cost

Por primera vez en la historia de la aviación española, una aerolínea desbancó a Iberia como primera compañía en 2011, y esa fue Ryanair. Ahora, Spanair ha cerrado de la noche a la mañana (literalmente) tras no encontrar ningún socio que le sacara de la quiebra. Y no podemos echarnos las manos a la cabeza, porque es lógico.

Todavía recuerdo cuando, hace 12 años, volabas de Madrid a París y te servían un menú completo, refrescos y todo lo que quisieras. Pero los tiempos cambian y había que ahorrar costes: primero se suprime el menú, luego las bebidas que se sustituyen por un servicio a la carta con precios astronómicos, más tarde se limita el peso de las maletas y, sin darte cuenta, estás ofreciendo un servicio de aerolínea de bajo coste pero cuatro (o más) veces más caro.

Vale, en algunas rutas Ryanair vuela a aeropuertos tercermundistas (solución, Easyjet). Que tengas la maleta tan limitada puede ser un incordio (solución, comprar peso facturado). También molesta un poco estar en la cola para embarcar 45 minutos antes de que salga el vuelo (solución, Speedy Boarding o Priority Boarding). Aún así, pagando todos estos extras para volar como en una compañía «de bandera» la diferencia de precio sigue siendo abismal.

Personalmente, y tras haber probado unas cuantas, opino que Iberia es una de las peores aerolíneas que existen. Mucho peor que Ryanair o Easyjet. Procuro no volar nunca con Iberia pero, por desgracia, cuando vuelas con alguna de las compañías One World te puede tocar que alguna de las conexiones sean operadas por Iberia. Y casi siempre hay problemas. Mis experiencias:

Navidades 2008-2009. Vuelo Madrid – Nueva York con British Airways (antes de que se fusionaran) con escala en Londres. A la ida, el vuelo Madrid-Londres se retrasa. Primero un poquito, luego mucho, y más tarde ya es imposible realizar la conexión. Mostrador de Iberia. Tras una enorme cola porque un único empleado tenía que recolocar a todo el vuelo, nos recolocan. ¡En un vuelo directo! ¿Y las maletas y todo se vienen en este vuelo? Lo mira en el ordenador y nos dice que sí, que ya están cambiadas. El avión de Iberia se encontraba en un estado lamentable. Dos únicos televisores para proyectar la película en toda la clase turista y en nuestros asientos (última fila) la salida de audio estaba estropeada. ¿El entretenimiento? Escuchar a las cotorras de las azafatas que teníamos detrás y que cuando no estaban sirviendo montaban un Sálvame con nula discreción y poca profesionalidad. Aterrizas y las maletas no están allí. Nadie sabe donde están. Primer vuelo transcontinental y uno comete la novatada de no llevar maleta de mano. Resultado: a comprar ropa y a esperar a que las maletas lleguen. Se fueron por Londres, llegaron dos días más tarde, abiertas, y faltaban cosas.

Vuelta, Nueva York – Londres con British sin problemas. Avión del Siglo XXI, con entretenimiento a bordo y a años luz del de Iberia. Esto fue el día después de que Barajas cerrara tras una nevada. La conexión Londres – Madrid (operada por Iberia), obviamente, con retraso indefinido. Como son «condiciones meteorológicas» ni te atienden, ni te dan de comer, ni nada. El personal de Iberia en Heathrow desaparece y ya volverán cuando el vuelo vaya a salir, 12 horas después.

Verano 2010. Madrid – Chicago – San Francisco con American Airlines. Dos vuelos operados por Iberia, la ida (Madrid – Chicago directo) y el último tramo de la vuelta (Nueva York – Madrid). El vuelo de ida salió a su hora y fue relativamente normal si no fuera por la buena educación del español medio: avión repleto con un cargamento de padres camino de Disney Orlando a los que les daba igual que sus hijos estuvieran revoloteando por todo el avión molestando a los pasajeros. No era un niño, no eran dos, eran diez. Y a las azafatas de Iberia, como era de esperar (no sucede en otras aerolíneas), les daba igual. El JFK-MAD de la vuelta sí salió con bastante retraso, para no romper la estadística.

Verano 2011. Madrid – Sidney con British (ya fusionada con Iberia). Escalas en Londres y Singapur en unos vuelos de más 24 horas totales. Los Madrid – Londres estaban los dos operados por Iberia. El tramo Londres – Sidney fue con Qantas a la ida y con British a la vuelta. El Madrid – Londres de la ida fue el único vuelo 100% normal que he volado con Iberia. Aleluya. Lo de la vuelta fue toda una odisea que hará que no vuelva a volar más con British o con Iberia ni con ningún vuelo de escala que esté operado por estas dos.

Como uno no viaja a las antípodas todos los días te lo quieres comprar todo y no cabe en la maleta. Ves que al lado del hotel las venden a un precio razonable y entras en internet a ver cuánto te podría costar traerla de vuelta. En la web de British el precio por la segunda maleta son 50 euros. Razonable. Aunque todo esté bajo billete British, el último vuelo es de Iberia. Son la misma empresa. Pero bueno. En la web de Iberia el precio por la segunda maleta son 60 euros. Razonable. Maleta comprada, y a rellenarla. Día de regreso, aeropuerto de Sidney. Uno va feliz con sus dos maletas, las coloca en la cinta, y la señorita del mostrador teclea cuatro cosas y te mira con cara de pánico. -«Son dos maletas, ¿sabes que eso lleva sobrecoste?» -«Sí, 50 euros» -«No, porque el último vuelo es con Iberia. [teclea, mira] Son unos 100 euros por kilo, ergo como la maleta pesa 21 kilos, son 2.100 euros». -«¿¡Comooo!?» Comienza un diálogo de besugos entre un servidor, ella (una estirada) y su supervisora (una borde). «Es lo que pone en la pantalla de mi ordenador y son 2.100 euros». Tras intentar hacerlas entrar en razón, y con una desesperación creciente, saco el iPhone, entro en la web de Iberia, y les muestro como claramente indica que la segunda maleta son 60 euros. «Yo no entiendo lo que pone ahí, son 2.100 euros». A diez minutos de que cerrara la facturación, me ofrecen una solución. «Las mandamos a Londres por 50 euros y ya te las apañas ahí».

20 horas de vuelo más tarde, aterrizamos en Londres. Tiempo de escala menor de dos horas. Salir corriendo, pasar por inmigración, recoger la maleta e ir corriendo al mostrador de British (con quien contratamos el viaje). Les explicas la situación y la señoras te dan la razón. -«Qué barbaridad, cómo te han podido pedir eso, tienes toda la razón del mundo». -«Quiero poner una reclamación» -«Sí, sí, entras en la web y ya la dejas» (…) -«Vale, ahora mandadme las maletas a Madrid». -«La extra no te la podemos mandar, es un vuelo operado por Iberia, que te cuenten ellos». Iberia es el mostrador de enfrente. Son la misma empresa. En serio. En Iberia se la sopla todo, te cobran los 60 euros de la maleta extra. Pero no se quedan las maletas. Te dan un recibo para que vean que has pagado. Ahora vas a British y se las das. Al mostrador de enfrente. Qué son la misma empresa. En serio.

En definitiva, una experiencia horrosa, totalmente denunciable (British, misma empresa que Iberia, no cumplió las condiciones de su web ni de las de Iberia -enlazadas una a otra-) en un vuelo que no es low cost. La reclamación se resolvió con un «lo sentimos muchísimo, haremos lo posible para que no vuelva a pasar». Y ya. No le puedo recomendar Iberia ni a mi peor enemigo. Y ahora tampoco British. Son la misma empresa.

Por eso no me extraña que Iberia ya no sea la primera aerolínea de España. Y no me extrañaría que siguiera perdiendo cuota. Como si quiebra como Spanair. Sería lo normal. Sería lo lógico. Y no se destruyen tantos puestos de trabajo. Sólo hay que ver como Easyjet estrena en tres días cuatro vuelos diarios a Bilbao que cubren una de las rutas de Spanair.

Cómo China lucha contra el fraude fiscal en los servicios

La lucha contra el fraude fiscal parece ser una de las prioridades del nuevo ejecutivo. Hay muchos tipos de fraude fiscal pero sin duda uno de los más difíciles de detectar es el que realizan las pequeñas (o grandes) empresas o autonómos que prestan servicios a particulares por pequeñas cantidades de dinero. A saber, restaurantes, pequeños comercios, albañiles, pintores, etc.

Ya no se trata del famoso «con iva o sin iva» que tanto parece haber calado en la sociedad española o de la nueva medida que quieren implantar obligando a pasar por el banco para pagos de más de 3000 euros. Hablamos de ese restaurante que te da un ticket con su correspondiente IVA por poco más de 20 euros y que pagas en efectivo. Nadie te asegura que el comerciante vaya a declararlo o siquiera pagar el importe de ese IVA. Aunque en España existan módulos, lo «normal» es que este tipo de comercios dejen sin declarar una buena parte de sus ingresos. No hay inspector de Hacienda en el mundo que sea capaz de analizar los más de 10.000 tickets mensuales que puede generar un comercio y no existe manera física de verificar que estén todos los que son y que sean todos los que están.

En China, sin embargo, parecen haber dado con una solución que podría funcionar perfectamente en España: una lotería. La medida, que lleva años intentando implantarse en uno de los países -paradógicamente- más capitalistas del mundo, es obligatoria desde hace poco menos de un año y pretende luchar contra el fraude fiscal. En China el IVA sobre bienes ronda el 17% y el de los servicios está entre el 3% y 5% mientras que su «impuesto de sociedades» es del 33%.

El mecanismo es sencillo. Todos los tickets que emiten los comercios son estándares e iguales para todos. Incluyen el importe, el concepto, varios números de seguimiento fiscal… y un ¡rasca y gana! Así es, una lotería que reparte premios que van desde los 100 yuanes (unos 12 euros) a los 5000 yuanes por factura (600€ aprox.) ¿Quién no iba a pedir una factura si por una hamburguesa de 5 euros te puedes ganar 600? El estado tiene que asumir el coste de los premios, pero entre lo que aumenta la recaudación y ahorra en inspectores, le sale a cuenta. El comercio no sabe qué facturas están premiadas mientras que el estado, en cambio, sólo tiene que cotejar informáticamente las ganadoras al reclamar el premio. El efecto disuasorio (arriesgaste a no declarar una que puede estar premiada y tener que pagar una gran multa) hace que, al final, todos los pequeños comercios las acaben declarando todas.

El sistema no es obviamente infalible: en más de 10 días allí al vernos extranjeros sólo un restaurante nos ofreció la factura voluntariamente y otro al pedírsela. Pero, con sus fallos, es una de las soluciones más ingeniosas y razonables que se me ocurren.

Indignados consigo mismos

Llevan ya varios días acampando en sol, desencantados con el sistema o indignados como ellos mismos dicen. Son en su mayoría jóvenes, pero también hay jubilados, familias… No sé sabe muy bien lo que piden, ni siquiera ellos mismos lo saben. Aseguran que sus problemas son el paro, los bajos salarios, los recortes de beneficios sociales, y culpan de ello a los bancos y a la clase política, corrupta.

La acampada de sol pronto se replicó en varias ciudades españolas primero, y ahora en varios países: ciudadanos portugueses o griegos, afectados con los supuestos mismos males que los españoles, también están indignados. Ante la extensión de la protesta no cabe duda que el fenómeno es global y achacarlo a un partido político u otro, sólo sirve para desviar la atención sobre un problema común, extendido en un mundo globalizado donde las empresas se mueven de aquí para allá donde mejor puedan realizar su trabajo.

La mayoría de los asistentes a estas acampadas (por no decir la totalidad) twitteaban la protesta desde sus smartphones más o menos caros pero con un denominador común: han sido manufacturados todos en países como China, por obreros en masa que cobran sueldos ridículos y están sometidos a tremendas cargas de trabajo y presión, que muchas veces acaban en suicidio. Lo hacen presumiendo de vaqueros -de marca pija o del Carrefour-, realizados ambos en fábricas contiguas en esos mismos países donde la productividad está muy por encima de cualquier derecho no laboral, sino humano. Han disfrutado recientemente de unos juegos olímpicos donde para construir un estadio el Gobierno ha arrasado literalmente con las casas de sus habitantes y ha exterminado toda la pobreza para dar una imagen de potencia emergente al mundo. Y cuando se quedan sin sal a las once de la noche, o se van de botellón, acuden convenientemente a abastecerse a un local regentado por inmigrantes donde trabajan familias de siete de la mañana a una de la madrugada sin parar, y sin protestar.

Todos estos indignados están indignados de ser (falsos) mileuristas por trabajar ocho o nueve horas al día. Pero tal vez deberían estar indignados de haber mantenido y dado alas a un sistema laboral y social que primero se ha fraguado en países emergentes de nuevo cuño y que ya ha llegado aquí y, les guste o no, tiene toda la pinta de ser su futuro.